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La catedral de Modena


La catedral

El tiempo de las catedrales fue el tiempo de las estaciones, del ritmo del sol y de la luna, el tiempo del trabajo de la tierra y de los señores, el tiempo de los mitos traducidos por el cristianismo, el tiempo de las alegorías, y el tiempo de los caballeros y los poemas.

La Edad Media es el tiempo del hombre y de Dios, en donde el tiempo cíclico y lineal se entrelaza debajo de la hegemonía de la Iglesia Católica representando y plasmando la nueva dimensión de la sociedad con la fuerza detonante de la piedra. El tiempo de las catedrales es entendido también como época, contexto histórico que determina la representación iconográfica del arte en todas sus formas.

La relación entre arte y tiempo es un problema complicado por diversos motivos. Primero que nada, ambos términos son difíciles de definir ya que huyen a los tentativos de suministrar conceptos unívocos. En este viaje en el tiempo de las catedrales, consideraremos dos interpretaciones diversas del mismo con el efecto de poder comprender mejor la mentalidad de esa época: aquella representada por esculturas y bajorrelieves sobre las paredes de estos templos, y la otra propiamente de la época, ambas, unidas entre sí por un hilo conductor común.

Es entonces hacia la catedral donde se dirige nuestra atención, tomada como punto de referencia para explicar el espíritu en la vida cotidiana de aquellos hombres campesinos, nobles o reyes que abarcó desde el año 1000 d.C.

Las piedras nos hablan y lo hacen también las catedrales que encierran todo su encanto y su mensaje misterioso, una perfecta unión de materia y espíritu. La catedral, como edificio comunitario, que exprime al mismo tiempo la concepción de Dios, de la naturaleza, del arte y de hombre, es una realización de la Arquitectura Románica (Siglos XI y XII), que el Gótico posteriormente hará suya, ampliará y llevará a la apoteosis.

Para el cristiano la iglesia de piedra es imagen simbólica de la inmutabilidad divina y da forma concreta a la iglesia de las almas, así como las piedras del edificio son las piedras vivientes de los fieles. Las naves que la conforman, que pueden ser una, tres o cinco, daban la sensación de estar dentro del arca de Noé. De hecho, la palabra deriva del griego “navata”, que significa nave. Así, sólo entrando en esta dimensión, el hombre medieval podía salvar su alma.

En ellas coexiste también el tiempo de la mitología ya que con frecuencia tenían un laberinto. El mito de Teseo, quien fue ayudado por el hijo de Ariana, viene reinterpretado en versión cristiana: ningún hombre puede salir indemne de la lucha contra el mal sin la ayuda de la gracia divina.

La catedral posee una doble interpretación simbólica, por un lado es un modelo espiritual del templo de Salomón que representa el cosmos, y por el otro, representa al fiel en su camino hacia la salvación. En este proceso, descrito con bajorrelieves y metopas, el tiempo asume un rol múltiple: es el tiempo circular de las estaciones y de los astros, y contemporáneamente es también el tiempo lineal cristiano.

Los tableros de Wiligelmo

Para comprender y contextualizar mejor posicionaremos nuestra mirada en un ejemplo concreto. Nos encontramos en el año 1099 d.C., año en el cual iniciaban los trabajos de construcción de una de las mayores catedrales del periodo Románico Europeo: el Duomo de Modena, en la región de Emilia Romaña, Italia. Los elementos de donde parte nuestro camino son los cuatro tableros de piedra a bajorrelieve, colocados sobre la fachada, realizados por el escultor italiano Wiligelmo (XI – XII), que representan el Génesis. El primer tablero describe el nacimiento de Adán y Eva en el paraíso terrestre y el pecado original del fruto prohibido; sobre la derecha se puede notar como Eva se cubre las partes íntimas con una hoja de higo, aún si su expresión muestra estupor inesperado por el acto cumplido.

Duomo di Modena Creazione di Adamo Duomo di Modena Creazione di Eva    Duomo di Modena Peccato originale

El segundo tablero está dedicado a las consecuencias del pecado original. Los progenitores Adán y Eva son expulsados del paraíso, pierden todos sus privilegios y entran en una nueva dimensión temporal puramente humana de pecado. Están representados mientras trabajan en la tierra, vestidos con ropa pesada que los protege del frío. La eterna primavera del paraíso terrestre está perdida para siempre. El trabajo de la tierra viene introducido como castigo divino, pero también como instrumento de redención para el hombre.

Es importante notar como en esta narración se pasa de una dimensión de tiempo eterno a una dimensión de tiempo circular y terreno en donde el trabajo agrícola, consecuencia del pecado, como veremos sucesivamente analizando la fachada de la Puerta de la Pesquería (Porta Della Peschiera), está sometido a la naturaleza, al ciclo de los meses y de las estaciones, un tema completamente medieval.

Este tiempo que se repropone cíclicamente inmutado cada año, no pertenece al individuo solitario, sino a la iglesia que organiza su movimiento con las festividades que celebran el nacimiento, la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. El tiempo del trabajo entonces se convierte en el tiempo del hombre, del agricultor que acepta su deplorable condición y ve la posibilidad de un rescate en el sacrificio de Cristo, quien descendió a la tierra para compartir la miseria de la naturaleza humana. El hambre que induce al hombre a trabajar se convierte en el castigo divino, y al mismo tiempo, en la posibilidad de salvación en cuanto constriñe al hombre a trabajar, a padecer del frío y de las fatigas para obtener la recompensa: redimirse de sus pecados.

El tiempo eterno de Dios encuentra entonces un punto de contacto con aquél del hombre en la pasión de Cristo. Sólo siguiendo su calvario, el hombre podrá recuperar su inicial condición de inocencia, regresando a la dimensión eterna del paraíso perdido.
El tercer tablero representa a Caín y Abel en la ofrenda a Dios, símbolo de dedicación y fe. El bajorrelieve dicta al campesino sus propios deberes: entregar la décima parte de su cosecha a la iglesia y ofrecer sus fatigas y su persona como símbolo de fe y devoción, permitiendo el sustentamiento de la misma.

Por último, el cuarto tablero narra la muerte de Abel “el bueno” y las historias sucesivas de Noé, quien asegura la descendencia dando vida y una segunda generación que excluye a Caín “el malvado”. Noé guía con su arca a sus hijos hacia la salvación y el triunfo de la paz, representada por la paloma. La derrota del mal infunde nuevamente en los hombres la fe hacia una salvación posible.

El ciclo de los meses

Ahora bien, regresamos a la representación del tiempo circular de los meses y de las estaciones fijada en los bajorrelieves de la Pesquería. La importancia de organizar los tiempos cíclicos del hombre recordándole su condición y sus deberes, encuentra en las páginas de piedra de la fachada de la Pesquería una descripción excepcional. La representación del hombre a caballo, los soldados y los campesinos, describe la estructura de la sociedad medieval que en sus diversos estratos vive en el pecado de los progenitores conociendo el hambre (ciclo de los meses), la guerra y la muerte (historias del Rey Arturo).

El ciclo de los meses inicia con el mes de Enero en donde encontramos un hombre envuelto en su capa, sentado en su humilde casa que tiene en la mano la pata de un puerco a la que esta quitando las cerdas. También, en el mes de Febrero podemos ver al hombre en casa, vestido con ropas pesadas y sentado frente al fuego. Las dos representaciones nos ofrecen una imagen de las condiciones de vida de un campesino de aquella época y de su morada fría, húmeda y mísera. Ambos, son los meses de reposo de la naturaleza y del hombre.

El mes de Marzo presenta un campesino, vestido con ropa más ligera y sin capa, símbolo de que el tiempo pasa y de que la naturaleza se despierta. El hombre se apresura a cortar las uvas, una de las tantas acciones del trabajo agrícola que organizan el movimiento del tiempo. Los meses de Abril y Mayo ven entrar en escena una nueva clase social, los señores a caballo que reinician sus pasatiempos. Son los meses en donde el clima es bondadoso y la vegetación es abundante; es el tiempo favorable para las guerras y las campañas militares.

En Junio regresa el campesino, quien se repara del sol debajo de un sombrero de paja para cortar la hierba. Julio, es el mes en donde el campesino recoge las espigas maduras, mientras en Agosto las machaca para separar el trigo de la planta y guardarlo como provisión para el invierno futuro.

Finalmente, en Septiembre inicia la vendimia. El campesino se observa pisando la uva en un gran tina de leño mientras con una mano saborea un racimo. En el mes de Octubre el campesino decanta el vino en las botellas, concluyendo otro ciclo iniciado el mes de Marzo. En Noviembre el agricultor siembra la tierra, mientras en diciembre, está ocupado en cortar un tronco para crear una reserva de madera para el inminente invierno.

En casi todas estas historias la figura que emerge en primer plano resulta ser siempre un hombre y las duras fatigas que debe pasar para sobrevivir. También la falta de animales constituye una elección iconográfica para enfatizar el trabajo humano que en su propia simbología es nuevamente el medio del hombre para redimirse de su pecado original.

El énfasis es puesto sobre dos elementos, el grano y el vino, que otra vez llevan simbólicamente al cuerpo y sangre de Cristo, punto de contacto entre las dos tipologías de tiempo, aquella eterna e inalcanzable de Dios, y aquella cíclica que pertenece al hombre.

El tiempo cristian

Paralelamente a estas dos tipografías de tiempo se introduce aquella del tiempo lineal cristiano. Es esta idea la que viene expresada en la apocalíptica hebraica y en la apocalíptica cristiana. El tiempo tiene un final. Este concepto de tiempo se une a la idea del tiempo cíclico, posicionándose a un nivel superior y al mismo tiempo de convivencia. Si la sucesión del tiempo inicia desde un punto preciso, representado por la creación, se rompe la figura del círculo que gira sobre sí mismo como un repetir eterno de eventos y se delinea también la diferencia entre la línea del tiempo y la eternidad.

Antes del tiempo y después de él existe solamente Dios en su simultaneidad, entonces, la eternidad no consiste en la ausencia de sucesión del antes y el después, sino en existir toda en un mismo momento. Así, al fiel se entrega una fuerte motivación, un reto espiritual que lo impulsa a través de los miedos, de las dificultades y de los sufrimientos para alcanzar, antes del fin del mundo, la expiación de sus culpas para salvar su alma y llegar al paraíso.

La catedral se convierte en un libro de piedra que recuerda la fiel su camino terrenal que unifica a todos los hombres bajo una única doctrina, haciéndoles parte de una sociedad, que unida, contribuye al cumplimiento de la voluntad divina.

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